Zepelín de Alumnas Socialmente Cabreadas y Asqueadas



martes, 13 de septiembre de 2011

Un lugar...

Amanece y se abren las contraventanas de las casas bajas, de paredes de pintura desconchada, de portones con viejas bicicletas oxidadas apoyadas. Entra el aire húmedo y bochornoso, salado por el mar cercano.

La calle es un rumor, una peligrosa carrera de obstáculos entre peatones despistados y ciclistas temerarios. De las casas y bares, de los patios y de los restaurantes, manan los olores de la más pura tierra mediterránea, se escuchan las risas y cantos de la lengua de la cultura, de la lengua de los grandes del arte europeo, de la lengua heredada de un Imperio desaparecido.

Las especias rebosan de los estantes del mercado. No caben más sabores, no es posible clasificarlos...sencillamente, no pueden existir tantos. Escaparates de joyerías, de tiendas de ropa, de perfumerías, de peluquerías, reflejan la vanidad de un pueblo que no se conforma con segundas categorías mas que, eventualmente, en los asientos del tren.

Un lugar que atrapa.
Un país que absorbe.
Una cultura desquiciante por lo maravillosa, por lo caótica, por lo alegre, por lo espontánea, por lo familiar y por lo desconocida a la vez, por lo abierta y tradicional, por lo contradictoria, porque es imposible entender cómo es posible que aún siga en pie.

Ave fénix que renace una y otra vez sobre las ruinas de su propio pasado, escalando un nivel sobre el suelo cada vez.

Cae la noche lentamente. El sol dora la cúpula de la basílica. Pronto cerraré yo también mis contraventanas.



Cómo no amarte, cómo no quererte con un alma como la tuya, tan compleja, tan sentida.

Tierra de vida.



Italia...quién te comprendiera.

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