Zepelín de Alumnas Socialmente Cabreadas y Asqueadas



lunes, 9 de julio de 2012

Rutina

Vuelta a la rutina. Vuelta a casa. El retorno, el regreso. A ver las mismas caras, las mismas personas, que inexorablemente te hablan de las mismas cosas, te repiten los mismos chistes, las mismas opiniones. Conservan sus mismos defectos y su misma indiferencia y desinterés por todo. Su inmovilidad e inamovibilidad. Su falta de proyectos de futuro, o es que igual tú has vuelto con demasiados.

La rutina es la vuelta a lo conocido, a lo ya hecho, al ciclo sin fin que se repite sin cesar. Te levantas, desayunas, vas a la uni o al trabajo o no haces nada, te tragas horas de bus o metro, vuelves a casa, ves la tele, conversas con alguien sobre cosas triviales, respondes a tonterías en Facebook y de vuelta a la cama. Solo. Vacío. Con ganas de llorar, o bien sólo con la cara larga. Con la sensación de que nunca habías tirado  tu vida por la ventana de una forma más explícita, más exagerada y más olímpica.

Es odiosa la rutina. Y cuando encuentras odioso tu ambiente, sólo puedes hacer mal. A tí y a los que te rodean. Y lo mejor que uno puede hacer a este punto es marcharse. Quedarse es sólo sinónimo de destruir lo poco bueno que queda en pie de aquel ambiente, el que te ha sido siempre más cercano, más familiar, el lugar y la gente de donde vienes. Ese ambiente que, de tanta rutina y tanta repetición, ha quedado colapsado. Ahogado. Aburrido. Insostenible. Inaguantable. Sofocante. Es una bomba de relojería con un único botón en el que pone : Autodestrucción.

Y llegados a este término, es preferible irse a trabajar de lavaplatos a Indonesia.